Seleccionar página
Reinventar el paisaje. Enrique Blanco Lac, 1914-1994

Reinventar el paisaje. Enrique Blanco Lac, 1914-1994

Enrique Blanco Lac

Reinventar el paisaje

 

19/12/2014     15/02/2015

Escribir sobre la pintura de Enrique Blanco LAC entraña numerosos riesgos. El primero y el más importante concierne a su propia esencia visual. La obra de Don Enrique es claramente sensual, se explica sola y alcanza nuestra sensibilidad sin demasiadas barreras ni tapujos. Las explicaciones y los textos pueden, por tanto, entorpecer ese placer. Además el pintor ni fue muy locuaz sobre su trabajo, algo nada extraño entre los artistas plásticos, ni dejó demasiadas pistas sobre el mismo.
El artista siempre afirmó el carácter autodidacta de su formación y su tranquila manera de entender su relación con el momento que le había tocado vivir. De hecho consideraba que el tiempo de su pintura, los cuadros que pintaba y el del arte de su época iban por caminos diferentes. Es esta una manera interesante de señalar que a él no le importaba demasiado no coincidir con el panorama artístico español y riojano de posguerra, incluso existir, en cierta medida, al margen de él. Sin quererlo Blanco consiguió convertir su obra en una isla que puede ser relacionada más con una vieja tradición modernizadora que con otra cosa. Sin saberlo y gracias a su capacidad para manejar formas y colores permitió que su pintura se convirtiese en clásica sin la necesidad de que el tiempo cronológico pasara sobre ella.

El pintor sabía que su obra se debía componer en los ratos que le dejaba la vida cotidiana, el comercio y la familia. No debe extrañarnos, por tanto, que la eclosión de su pintura se produzca a finales de los años sesenta, incluso un poco más tarde, cuando esas primeras necesidades ya no lo eran tanto.

Sabemos que Enrique Blanco pintaba al aire libre, realizaba apuntes del natural. También que perseguía algunos interesantes momentos y situaciones presentes en la naturaleza. Que en otras ocasiones tomaba fotografías. Posteriormente con estos detalles dibujados o pintados, tanto en lápiz sobre papel como al óleo sobre tabla, realizaba pinturas al óleo sobre lienzo. No siempre este proceso culminaba así. Otras veces la tabla era la última destinataria de su interés. Sin embargo, existía un proceso. No puede entenderse la pintura de Blanco Lac como una representación del paisaje en un momento determinado, casi nunca podría hablarse de esa condición que practicaron los impresionistas. Tampoco podríamos entenderla como un puro ejercicio imaginativo.

Ignacio Gil-Díez Usandizaga.

Artista:
Enrique Blanco Lac

Colaboradores:
Cultural Rioja

Fotografía:
Fernando Díaz

Reinventar el paisaje — Enrique Blanco Lac, 1914 – 1994

Luis Xubero. La Rioja, último paraíso

Luis Xubero. La Rioja, último paraíso

Carlos Saura Fotógrafo

Una vida tras la cámara

 

11/03/2021     16/05/2021

A modo de hombre del Renacimiento, Carlos Saura ha practicado toda su actividad artística en un mismo plano, sin separar nunca unas facetas de otras. Su mundo creativo comprende diversas disciplinas que, si bien se concentran en el cine como aglutinador de relatos construidos por imágenes y sonido, nunca ha dejado de ejercer con total fruición y dedicación.

A la imagen en movimiento accedió desde la fotografía, desde el análisis de formas con que esta disciplina se enfrentó a la modernidad gráfica en busca de estilo y sintaxis propios, y ya en sus comienzos destacó junto a los mejores. Fue en los años cuarenta del pasado siglo cuando una cámara fotográfica le permitió explorar su mundo, el familiar y el paisaje mesetario de su Cuenca de referencia. Desde entonces, no se ha separado de un artilugio que le permite construir imágenes en forma de diario íntimo de toda su actividad afectiva y creadora. Nacido en una familia de múltiples lazos con la pintura y la música, Carlos se asemeja en su quehacer cotidiano a una esponja incansable y feliz, aglutinadora de técnicas diversas.

En torno a su primera pasión, la fotografía, Carlos Saura ha construido un universo ecléctico en el que caben todas sus vivencias, desde el relato de pobreza y frío de la España autárquica hasta su pasión final por las fotografías coloreadas e intervenidas por su mano; desde las imágenes constructoras de escenografías, ensayos y análisis estéticos de su filmografía hasta todo lo que ha poblado sus afectos, su vida más íntima, su familia. Es tal la variedad de caminos explorados que debemos rendirnos ante lo inclasificable de su obra fotográfica y, al mismo tiempo, reconocer que cualquier cliché le haría un traje demasiado estrecho a este creador. Su producción funciona más bien como un diario personal que jalona los acontecimientos de su vida sin distinción, ya sean afectivos o profesionales. Es como si este artista confiara a la imagen toda su capacidad expresiva para cualquier uso, para cualquier técnica o formato, para cualquier forma de comunicación humana.

Para desarrollar un discurso gráficamente coherente con la variedad de su producción, esta exposición traza un recorrido paralelo a su vida, que pretende simultanear pasiones y realidades bajo la guía de su propia mirada.

Chema Conesa

Artista:
Carlos Saura

Comisario:
Chema Conesa

Colaboradores:
Cultural Rioja
La Fábrica
Círculo de Bellas Artes

Carlos Saura fotógrafo. Una vida tras la cámara  Inauguración con Chema Conesa

Actividades relacionadas

Bedate. Rescatar lo divino en el tiempo

Bedate. Rescatar lo divino en el tiempo

Carlos Saura Fotógrafo

Una vida tras la cámara

 

11/03/2021     16/05/2021

A modo de hombre del Renacimiento, Carlos Saura ha practicado toda su actividad artística en un mismo plano, sin separar nunca unas facetas de otras. Su mundo creativo comprende diversas disciplinas que, si bien se concentran en el cine como aglutinador de relatos construidos por imágenes y sonido, nunca ha dejado de ejercer con total fruición y dedicación.

A la imagen en movimiento accedió desde la fotografía, desde el análisis de formas con que esta disciplina se enfrentó a la modernidad gráfica en busca de estilo y sintaxis propios, y ya en sus comienzos destacó junto a los mejores. Fue en los años cuarenta del pasado siglo cuando una cámara fotográfica le permitió explorar su mundo, el familiar y el paisaje mesetario de su Cuenca de referencia. Desde entonces, no se ha separado de un artilugio que le permite construir imágenes en forma de diario íntimo de toda su actividad afectiva y creadora. Nacido en una familia de múltiples lazos con la pintura y la música, Carlos se asemeja en su quehacer cotidiano a una esponja incansable y feliz, aglutinadora de técnicas diversas.

En torno a su primera pasión, la fotografía, Carlos Saura ha construido un universo ecléctico en el que caben todas sus vivencias, desde el relato de pobreza y frío de la España autárquica hasta su pasión final por las fotografías coloreadas e intervenidas por su mano; desde las imágenes constructoras de escenografías, ensayos y análisis estéticos de su filmografía hasta todo lo que ha poblado sus afectos, su vida más íntima, su familia. Es tal la variedad de caminos explorados que debemos rendirnos ante lo inclasificable de su obra fotográfica y, al mismo tiempo, reconocer que cualquier cliché le haría un traje demasiado estrecho a este creador. Su producción funciona más bien como un diario personal que jalona los acontecimientos de su vida sin distinción, ya sean afectivos o profesionales. Es como si este artista confiara a la imagen toda su capacidad expresiva para cualquier uso, para cualquier técnica o formato, para cualquier forma de comunicación humana.

Para desarrollar un discurso gráficamente coherente con la variedad de su producción, esta exposición traza un recorrido paralelo a su vida, que pretende simultanear pasiones y realidades bajo la guía de su propia mirada.

Chema Conesa

Artista:
Carlos Saura

Comisario:
Chema Conesa

Colaboradores:
Cultural Rioja
La Fábrica
Círculo de Bellas Artes

Carlos Saura fotógrafo. Una vida tras la cámara  Inauguración con Chema Conesa

Actividades relacionadas

Nicolás Ortigosa. Divina Comedia

Nicolás Ortigosa. Divina Comedia

Nicolás Ortigosa

La Divina Comedia

 

04/05/2014     16/08/2014

Como todos saben, la Divina comedia es el relato de un viaje excepcional, un viaje al Otro Mundo. Es un relato fantástico, alucinante, contado por el propio viajero. Es un relato en primera persona, como los grandes relatos míticos o fantásticos al Más Allá, el fabuloso mundo de la muerte y de los dioses, o el de paraísos isleños y lejanos; como el de Gilgamés, el de Odiseo, el de Eneas, o los de Simbad el Marino o Robinsón Crusoe o el Barón de Münchausen. Pero es un viaje más desaforado y espacioso que ningún otro, porque en su andanza ultraterrena Dante visita y evoca nada menos que tres ámbitos del Otro Mundo: el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. (Los otros héroes viajeros se limitaban a ir al Hades, el mundo oscuro de la muerte, y a algunos encuentros con héroes antiguos, y apenas vislumbraban unos decorados mágicos y de vario colorido). El peregrinaje de Dante es complejo y sus encuentros, mucho más variados: va de abajo hacia arriba, en marcha ascendente y su final es el encuentro con el glorioso mundo del gran Dios único, señor de la luz y las estrellas. Por eso los medievales, que sabían poco de los títulos del teatro antiguo, llamaron al texto «comedia», porque acababa muy bien, con solemne final feliz, si bien, desde luego, sin elementos cómicos.
Dante es un gran poeta medieval, un espíritu severo y profundamente religioso, que viaja acompañado por buenos guías: primero por el más famoso poeta latino, Virgilio, y, luego, ya que un pagano, por gran poeta que fuera, no podía ser aceptado en el Cielo cristiano, por Beatriz, la amada lejana que fue inspiradora de la poesía y el amor del viajero florentino. Allá arriba dominan los ángeles de luz, y la cercanía del Señor del Universo hace que la belleza de los parajes celestes sea inefable. (También de Mahoma se cuenta que hizo un viaje a los cielos montado en el profeta Isaías y allí encontró a Dios, escribiendo con una maravillosa pluma en el Libro de la Vida).
El Dios de Dante se corresponde con el postulado y predicado por los teólogos de su tiempo: es el Dios del Pantocrátor románico y el Dios radiante y justiciero del Juicio Final de las catedrales. Su viaje no es el de un alma cualquiera, que, tras el juicio divino, va por sus pecados a parar al Infierno o, por un tiempo, al Purgatorio, o, en el caso de los santos bienaventurados muy puros, directo al Cielo. Dante, como viajero muy excepcional, recorre los tres espacios y va viendo lo que hay en cada uno de ellos. Y nos cuenta los personajes que han ido a parar al Infierno, y quiénes andan por el Purgatorio, y quiénes merecieron el Paraíso. En el Infierno están algunos conocidos suyos, y también algunos héroes antiguos y algunos amantes famosos, bien colocados en unos u otros círculos de fuego según el tipo de sus pecados. El texto dantesco tiene escenas muy impresionantes y se presta a ilustraciones diversas. La Divina comedia ha tenido, a lo largo de siglos, ilustradores magníficos, famosos y de estilos distintos. Como Botticelli, G. Doré, Blake y Dalí, entre otros.
Los dibujos de Nicolás Ortigosa, en blanco y negro, en líneas y manchas, con figuras que a veces son solo esquemas o siluetas inacabadas, no representan escenas precisas de la narración. Tan solo, en tamaño menor, advertimos la presencia de los dos viajeros, con mantos antiguos, y como espectadores del mundo infernal. Un mundo de oscuridad y figuras espantosas, arácnidos o monstruos de feroz y amenazador aspecto, figuras de pesadilla, criaturas del espanto sobrehumano o subhumano. El dibujante, obsesionado durante años con la narración dantesca, no ha querido ceñirse a pasajes determinados del texto, sino que nos habla de su propio viaje interior, onírico, en el que ha visto a Dante y Virgilio moverse admirados y arriesgados ante las tinieblas y los monstruos.

Frente a las numerosas estampas infernales, los cuadros del Purgatorio son solo unos cuantos. En estos las tinieblas ceden a la luz y se combinan con ella, en redes o pequeñas nubes. Extrañas figuras parecen alguna vez danzar en espacios abiertos; el horror oscuro no está ya aquí. Es el mundo de la esperanza, algo confusa ciertamente. Es un espacio y un tiempo de transición, de depuración, una cárcel con salida más o menos dilatada. Por aquí pasan, como vemos, algunos ángeles de grandes alas.
Luego viene el Cielo, como esperábamos. Pero un Cielo que, aquí, Nicolás apenas deja insinuado en un par de estampas muy escuetas, un cielo blanco y muy poco habitado, al parecer. Pero que se apunta porque es, según el texto, necesario para la feliz conclusión del viaje. Al final, en el último dibujo vemos a Beatriz y Dante, siluetas de finos trazos, mirando hacia lo alto.
Allí luce un punto negro, un astro único: Dios.
También esta serie de dibujos, negro sobre blanco en líneas alborotadas, cuenta un viaje, el de Nicolás Ortigosa. Tal vez un viaje interior, suscitado por la lectura del de Dante. A partir de la lectura ha imaginado un itinerario propio. No busca el sendero de las muchas figuras, ni nos dice nada del catálogo de aquellos personajes que Dante quiso evocar en su visita, sino que es una respuesta, muy subjetiva, tremendamente personal a la narración. Que sea fundamentalmente el Infierno, y no el Purgatorio, y mucho menos el Paraíso, lo que estas estampas evocan es, pienso, muy significativo. Es verdad que para cualquier lector el Infierno dantesco es un mundo mucho más vivaz e impresionante que los otros dos espacios superiores. En el Infierno, donde sufren los más grandes pecadores, están los personajes más interesantes, y también los monstruos. Y el Terror oscuro es lo que aquí tenemos apuntado una y otra vez en esos trazos que se enroscan y se van cerrando sobre sí, o en esos monstruos, en forma de araña o de cangrejo o de minotauro, que nos amenazan con grandes ojos y garras. No parece que las figuras Dante y Virgilio —turistas de algún modo en ese ámbito infernal— se asusten, son más bien observadores del mundo del espanto. Ellos, al fin y al cabo, pasan; los monstruos, permanecen.
Es más fácil evocar las tinieblas y sus espantos que las venturas celestes, desde luego. Son más diversos los demonios que los ángeles, tal vez. Pero aquí podemos sospechar algo más. Al lector de nuestros días el infierno le parece algo más real que el cielo. Como si estuviéramos cerca del uno y lejos del otro. Estas estampas lo sugieren.
Probablemente la mentalidad medieval era distinta. Dante dividió su obra en tres partes, equilibradas, y creía tanto en el premio celeste como en el castigo infernal, de acuerdo con el orden establecido por Dios según los teólogos de su tiempo. En todo caso, en esta representación del otro mundo sugerida por el gran libro de Dante es muy largo el Infierno y apenas se atisba el mundo superior. Acaso la pura luz no es fácil de dibujar. Acaso, como en los cuentos infantiles, el mundo de las sombras y los monstruos es más difícil de olvidar. Pervive en los sueños y las pesadillas. En su interpretación personal del mítico viaje, Nicolás Ortigosa lo evoca de modo muy original en sus dibujos, con líneas y siluetas, negro sobre blanco.

Carlos García Gual.

Septiembre 2013

Artista:
Nicolás Ortigosa

Colaboradores:
Cultural Rioja

Fotografía:
La Casa de la Imagen

La Divina Comedia — Nicolás Ortigosa

Javier Victorero. En la quietud

Javier Victorero. En la quietud

Javier Victorero

En la quietud

 

20/03/2014     18/05/2014

CARTA DE PARÍS (EXTRACTOS)

Juan Manuel Bonet. Un frágil pero intenso hilo que me une a España, esta pintura contenida, silenciosa, meditativa, y sin embargo llena de emoción y de vida (…) Pintura que tiene como siempre meridianamente clara su condición de pintura. Pintura esencial. Pintura concentrada como lo han sido la de Paul Klee, la del silencioso Luis Fernández –faro absoluto para su paisano- o la de Pablo Palazuelo. Pintura ascética, enraizada en un sentimiento de lo sublime (…) Pintura la de Javier Victorero radiante como pocas, que se expande sobre la pared, y que se expande además en nuestra memoria. Pintura delgada y cristalina, diamantina (…) Pintura en ojivales góticas, ya sin niebla. Pintura en diagonal. Pintura de Maitines.  Pintura luminosa, “refugio para la luz” (…) Pintura que en general invita a refl exionar sobre el tema “de lo espiritual en el arte”, así como también sobre esa  parte nada desdeñable de la modernidad que se mira en el espejo del Medioevo (…) Victorero: más pintor y más ascéticamente español que nunca, y como siempre comprobar, en el momento mismo de escribir, la difi cultad de traducir a palabras arte tan sutil. Pura pintura, y a la vez la poesía rondando, por las estanterías, por la memoria del morador de la casa junto al Cantábrico, incluso por un título suyo como Lectura de la tarde. Y la música, naturalmente, un cierto musicalismo, que modernamente, sobre todo de Kandinsky en adelante, la música a menudo ha caminado paralela a la pintura.

UN ORIGAMI PARA VICTORERO (EXTRACTOS)

Enrique Andrés Ruiz. (…) Y lo que quiero decir es la comparecencia aquí de una pintura abstracta que por el contrario se nos presenta dispuesta a cantar, o sea, a decir, a hablar de cosas de la vida y del mundo rompiendo la mudez de la superficie y en flagrante desobediencia para con el fatalismo bidimensional y su condena al aplastamiento de la imagen sobre el plano del soporte. El plegado de las mil grullas —Senbazuru Orikata—, de 1797, parece que es el nombre de un manual donde se recogen las más antiguas instrucciones impresas que se conocen para el ejercicio de ese viejísimo arte oriental. La base-pájaro, la base-pez, la base-bomba de agua, son algunos de los pliegues fundamentales sobre los que luego es posible desplegar la inmensa variedad de figuras (…) Veo las pinturas de Javier Victorero, serias, profundas, concisas, autolimitadas, pero me gusta pensar en la infinita variedad de determinaciones finales que, como de un nido o de una juventud, pueden salir de su nódulo comprimido: la variedad de grullas –las Mil grullas, que decía Kawabata–, de diamantes, de rayos de sol roto, de filos destellantes al fulgor de una luna de vidrio, de castillos de hielo, de cuarzo, de alabastro translúcido como el de los camarines que filtran sobre su interior el sol de puesta o la luz cantábrica de algún amanecer…

Artista:
Javier Victorero

Colaboradores:
Cultural Rioja

Fotografía:
Clara Larrea

En la quietud Javier Victorero