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Brangulí

Brangulí

Brangulí

 

23/11/2011     29/01/2012

Josep Brangulí i Soler, nacido en L’Hospitalet de LLobregat el 14 de septiembre de 1879, es el iniciador de una saga de fotógrafos que presentaron sus trabajos bajo la firma Brangulí.

Esta exposición revisa la obra de Josep, titular del nombre Brangulí hasta su muerte en 1945. Sus hijos, Joaquim Brangulí Claramunt (1913-1991) y Xavier Brangulí i Claramunt (1918-1986), continuaron la labor tras el fallecimiento del padre.

Pese a su intensa actividad como fotorreportero, Josep Brangulí desarrolló a lo largo de su vida su faceta como documentalista, habida cuenta de su extensa labor como fotógrafo industrial, del comercio y la arquitectura, ámbitos en los que sus imágenes aparecen como prácticamente únicas en el panorama iconográfico de la primera mitad del siglo XX. Sus imágenes componen series y reportajes no siempre publicados ni en todos los casos destinados a la prensa gráfica. A través de sus capturas conocemos el paisaje social y urbano generado por las transformaciones de Barcelona en el largo periodo, lleno de novedades y conflictos, que transcurre entre los años 1900-1945.

Brangulí desarrolló un amplísimo y singular trabajo de fotografía industrial y documental para empresas como Construcciones y Pavimentos, pionera en el encofrado de hormigón, y para entidades corporativas a cuyo cargo estaban las obras públicas de la red de Metro o la instalación del alumbrado público en Barcelona. Fotografió, desde su nacimiento la Fira de Barcelona y realizó multitud de trabajos documentales para la Caixa de Pensions.

Durante décadas retrató la sociedad barcelonesa en todos sus escenarios posibles: los oficios y los talleres, la industria y la arquitectura, la vida en las calles, acontecimientos y conflictos y, también, los personajes públicos y privados.

Brangulí documentó las principales transformaciones de Barcelona en la primera mitad del siglo XX, lo que hace de él una fuente obligatoria para conocer una época fundamental en Cataluña.

Las series ordenadas son su manera de plasmar el desarrollo fotográfico de un tema. Estas colecciones de imágenes interrelacionadas entre sí, formal y temáticamente, adquieren su sentido y significado completo unas al lado de las otras, tal y como él las agrupó, ordenó y guardó.

En este proyecto se unen los esfuerzos y dedicación de Fundación Telefónica y del Arxiu Nacional de Catalunya. Fundación Telefónica, tras la restauración de su archivo histórico-fotográfico, y en una actuación verdaderamente única en el escenario español, ha continuado desarrollando su compromiso con la necesidad de recuperar el periodo que nos ocupa, en el convencimiento de estar ante una realidad fotográfica que debe ser devuelta al espectador contemporáneo; y el Arxiu Nacional de Catalunya como garante de nuestra historia y patrimonio.

Artista:
Josep Brangulí i Soler

Colaboradores:
Cultural Rioja
Fundación Telefónica
Generalitat de Catalunya
Arxiu Nacional de Catalunya

Fotografía:
Roberto Jiménez

Helen Levitt. Lírica urbana, fotografías 1936 – 1993

Helen Levitt. Lírica urbana, fotografías 1936 – 1993

Helen Levitt

Lírica urbana, fotografías 1936 – 1993

 

14/04/2011     12/06/2011

Hasta hace dos años, Helen Levitt (Nueva York, 1913-2009) era quizá la última superviviente de entre los grandes protagonistas del periodo heroico de la fotografía moderna de antes de la Segunda Guerra Mundial.

Influida por Henri Cartier-Bresson tanto como por Walker Evans, Ben Shahn y el círculo de la Photo League de Nueva York, su trabajo arranca, a mitad de los años treinta, como un singular punto de encuentro entre la poética surrealista de la instantaneidad cotidiana en la gran ciudad, por un lado, y el documental social de la cultura popular norteamericana, por otro.

Levitt inició su trabajo fotográfico en 1935, probablemente estimulada por el descubrimiento de Cartier-Bresson, que ese mismo año había mostrado algunas fotografías en la galería Julien Levy de Nueva York. En 1936 adquirió una Leica y empezó a fotografiar en las calles del East Harlem. En 1938 conoció a Walker Evans y a James Agee y colaboró con Evans en la realización de su exposición American Photographs en el MOMA y le acompañó en el inicio de la realización de su serie de retratos en el metro, ambas cosas en ese mismo año.

Fué también en 1938 cuando eclosionó su propio trabajo, al principio centrado en los niños jugando en la calle, en la actividad cotidiana de la gente anónima y, algo más tarde, en los graffitis, que constituiría su actividad principal hasta la segunda mitad de la década de los cuarenta. A menudo utilizaba un visor lateral, que le permitía pasar desapercibida y fotografiar discretamente. Como una antropóloga en casa, su trabajo era un estudio del comportamiento público de la gente corriente, en zonas populares de Manhattan, y se desplegaba como una coreografía urbana de cuerpos en movimiento. Capturaba los gestos de la gente, el lenguaje de la calle. Sus imágenes representaban un mundo de signos, la escritura social inscrita en los movimientos del cuerpo y en las paredes del entorno metropolitano construido.

Desde entonces, su enfoque, basado en el uso de la Leica, ha permanecido técnica y estéticamente igual a lo largo de su vida. Apenas sin salir de Nueva York, sus imágenes han sido generalmente presentadas en ampliaciones modestas de pequeño formato. Bajo estas condiciones voluntariamente restringidas ha sido capaz de producir imágenes de gran exactitud, variedad y lirismo.

En el verano de 1941 viajó a México con la mujer de Agee, Alma. Allí realizó una serie de fotografías con el mismo método que había iniciado en Nueva York, observando igualmente la vida de la calle en los barrios desfavorecidos. La principal diferencia con las imágenes de Nueva York es la disolución del entorno metropolitano. En México la calle aparece como un espacio de fronteras difusas con el entorno rural, como una zona intermedia entre el campo y la ciudad. Quizá por ello, las situaciones de desposesión aparecen en la fotografías mexicanas de una manera más dramática que en Nueva York. Este es su único trabajo realizado fuera de su ciudad.

A su vuelta a Nueva York inició su contacto con el cine, y encontró un trabajo como montadora a través de su amiga y colaboradora Janice Loeb. También trabajó en el montaje de películas de propaganda patrocinadas por el MOMA y más tarde en el departamento de cine de la Office of War Information. En 1943 tuvo su primera exposición personal en el MOMA, Photographs of Children y por entonces también empezó a publicar fotografías en revistas.

En 1944 inició un film en colaboración con Loeb y Agee sobre la vida en la calle, siguiendo el mismo enfoque de sus fotografías, que se titularía In the Street. Aunque la realización se prolongó hasta 1946, el film no sería terminado hasta 1952. Agee se había convertido en un gran admirador del trabajo de Levitt y esta colaboración le permitía poner en práctica su aspiración a una nueva forma de cine equivalente a un poema lírico. Poco después, en 1946, los tres colaboraron nuevamente en la realización de otro film, junto con Sidney Myers, The Quiet One, sobre la historia de un niño delincuente negro y su proceso de rehabilitación.

Durante la década de los cincuenta, Levitt trabajó en el cine e interrumpió temporalmente su trabajo fotográfico personal, que no retomaría hasta finales de esa década gracias a dos becas Guggenheim, obtenidas en 1959 y 1960. Su vuelta a la fotografía en ese momento fue para iniciar un trabajo en color, utilizando dispositivas. Buena parte de ese trabajo se ha perdido y la mayoría de las diapositivas que se conservan son algo posteriores, de los años setenta. Entonces también retomó su trabajo en blanco y negro, y, alternando ambos, fotografió los mismo barrios que había fotografiado en los años treinta. Sus imágenes más tardías son de los primeros años noventa.

Fue también a mitad de los sesenta cuando se produjo una atención renovada a su trabajo que no haría sino aumentar progresivamente. En 1965 se publicó el libro A Way of Seeing, que constituye un hito en su trabajo. El libro recogía sus mejores imágenes, realizadas veinte años antes, acompañadas de un texto fundamental de James Agee, igualmente escrito en los años cuarenta. Hoy es uno de los fotolibros clásicos del siglo XX, la gran aportación de Levitt a la fotografía moderna queda plasmada en sus páginas de forma emblemática.

Si sus escenas callejeras de la era Roosevelt muestran la riqueza de la vida pública en los años treinta y las formas infantiles de juego y ocupación del espacio público, en los años ochenta de la era Reagan, la calle aparece como un espacio sin niños, en que las divisiones sociales entre ricos y pobres parecen haberse agudizado. Es inevitable hacer una lectura en paralelo de estas imágenes tardías con las tempranas y analizar también cómo y qué ha cambiado en la ciudad. Es aquí significativo constatar como en su pequeña serie de viajeros en el metro, realizada a lo largo de la segunda mitad de los setenta, Levitt revisa el momento inicial mismo de su trabajo, emulando su experiencia de acompañar a Walker Evans a fotografiar los pasajeros del metro en 1938. El trabajo de Levitt se cierra así como en un bucle y constituye un testimonio singular de la historia de la vida popular en la gran ciudad.

En su ensayo de A Way of Seeing, Agee asimila las imágenes de Levitt a los grandes logros del arte popular, del folklore. La cámara de Levitt es un instrumento para el registro de la vitalidad y creatividad comunes de la vida cotidiana. Ella es parte de lo que fotografía. Su representación de la gente corriente no es determinista, revela un sentido de la historia en el que el destino permanece abierto, indecidido. Sus imágenes de niños formalizan un sentido de lo maravilloso pero, a la vez, no prometen ningún paraíso. Algunos de las grandes pensadores y poetas del siglo XX, como Antonio Gramsci o Pier Paolo Pasolini, han articulado como la creatividad popular incorpora formas de resistencia y de historicidad. El misterio, el lirismo y la apertura del aquí y ahora que ella representa son el testimonio de la vitalidad de las clases populares y de la capacidad de la fotografía para dar forma a lo cotidiano, para constituirse como un arte popular moderno.

Esta ha sido justamente la invención clave de Levitt y su generación y el gran legado de la emergente cultura documental de los años treinta para la posteridad: la representación moderna del mundo popular a través del documento fotográfico y la construcción poética y política del hombre común como el sujeto de la historia son las dos caras de la misma moneda.

La exposición presenta una lectura del trabajo de Levitt basada en su libro A Way of Seeing y traza cronológicamente la trayectoria de la artista desde ese su primer trabajo hasta su obra tardía.

Artista:
Helen Levitt

Comisario:
Jorge Ribalta

Colaboradores:
Cultural Rioja
La Fábrica

Fotografía:
Rafael Lafuente

Juan Ugalde. Pinturas y dibujos, 2009 – 2011

Juan Ugalde. Pinturas y dibujos, 2009 – 2011

Juan Ugalde

Pinturas y dibujos 2009-2011

 

09/02/2011     03/04/2011

Juan Ugalde (Bilbao, 1958) es unos de los artistas españoles actualmente mejor posicionados en los altos circuitos internacionales del arte contemporáneo.

Emerge en el panorama artístico nacional a principios de los años ochenta, donde comienza a elaborar, desde la pintura neofigurativa, un mundo de imágenes y narraciones dentro de una sensibilidad marcada por la estética del Pop art.

A finales de esa década funda, junto a otros artistas y poetas, el grupo Estrujenbank, que se convierte en base de operaciones para la producción de experimentos y prácticas artísticas de gran carga transgresiva. Prácticas que, desde una postura crítica sobre la relación individuo/sociedad, comportan una renovación discursiva dentro del panorama artístico nacional.

Pocos artistas han sabido pulsar con tanta sutileza e ironía el paso vertiginoso de una “España cañí” con ciudades donde aún se oía el cantar de los gallos al amanecer y un espacio rural casi decimonónico, a una España de aspecto tecnológico palpitando por el consumismo en la era del postcapitalismo global.

La obra de Juan Ugalde, en su propuesta discursiva fundamental sobre qué significa habitar en el espacio sociocultural actual, postula una reflexión amplia y profunda en torno a nuestro ser en relación directa con el habitar que producimos. Y para ello (re)crea un original repertorio iconográfico en torno a la manera en que nuestra existencia discurre, marcada tanto por el habitar que tenemos como también por aquel habitar que quisiéramos o que soñamos tener.

Juan Ugalde. Pinturas y dibujos, 2009-2011 recoge las últimas pinturas y dibujos del autor, donde hace un potente despliegue de su poética sobre el habitar. Luego de ver estas obras cabe preguntarse: ¿Cómo habitar en una sociedad donde el espacio privado ha sido pública y espectacularmente mediatizado, mientras que el espacio público se ha visto profundamente privatizado?

Estas nuevas obras de Juan Ugalde como Doméstico industrial, Lunático con animales, Duderico con atasco, todas de 2011, pulsan una visión del habitar plagada de un sugestivo rosario iconográfico que, de algún modo, representan, a la manera de un itinerario poético, aquellas obsesiones, aquellos deseos, aquellas esperanzas donde habitan sus pulsiones de vida.

Del mismo modo en obras como Caótico floreado o A rayas rosas, de 2011, o en Anillo de diamantes, Doméstico con flores, o Word Windows, de 2009, percibimos esta “topografía del habitar” donde sus imágenes nos adentran en una especie de puzle, en un rocambolesco palimpsesto de imágenes e iconos sobre la experiencia autoral acerca de esos “lugares” o “paisajes” —que ha vivido y vive—, según quiera verse, construida a base de pedazos o fragmentos citadinos o rurales, o ambos fundidos. Habitar( es) rasgado de calles o barrios, de bares, plazas y cantinas, de termoenergéticas, urbanizaciones, prados, mares, bosques y piscinas. Imágenes en las que no faltan, por supuesto, los humanos y, tampoco, los animales. Estos son los elementos iconográficos, son los significantes, artificiales o naturales, con los que Ugalde construye sus paisajes, sus enclaves y lugares: unos como expresión simbólica de desacuerdo con un modo de vida en el que todo vale; los otros, como metáfora alucinada de sus visiones sobre una vida pletórica y entrañable.

 

Artista:
Juan Ugalde

Colaboradores:
Cultural Rioja

Comisario:
JPEG Estudio

Daniel Canogar

Daniel Canogar

Daniel Canogar

 

28/06/2011     01/10/2011

Me preocupa la enorme dificultad de procesar el bombardeo sensorial al que estamos expuestos, el exceso de información lanzado por los medios. También, el sentir que mi memoria se está quemando, que está desapareciendo. Muchas de mis obras tienen que ver con eso, con procesos para intentar no perder la memoria, atender a la desaparición de las cosas.
(Daniel Canogar en entrevista de Beatriz Espejo publicada en “El Cultural” de “El Mundo”. 24 de diciembre de 2009.)

Así se manifestaba Daniel Canogar a finales de 2009, mientras ultimaba los detalles de su instalación para el atrio del edificio Justus Lipsius del Consejo de la Unión Europea en Bruselas, con motivo de la presidencia española de la U.E.

Este afán por la memoria de las cosas, por la recuperación de la vida pasada, está en el espíritu de Canogar cuando utiliza material tecnológico reciclado. Lo testifican sus instalaciones y los materiales usados: bombillas fundidas, cintas de vídeo, circuitos electrónicos, cables de ordenador y eléctricos multicolores, ya obsoletos. Es materia prima encontrada en vertederos y centros de reciclaje, son objetos que recuperan una vida más allá de la tecnológica o del mercado. Son símbolos de un sentir.

El interés de Canogar por estos materiales nace en sus Foto Safaris, paseos en los que recorre la ciudad con su cámara. Comienzan de un modo fortuito, cuando al cambiar la legislación urbanística del barrio industrial donde tenía su estudio, documenta obsesivamente la demolición de las antiguas fábricas de la zona. Contempla así los alrededores como una ruina y las montañas de escombros son el nuevo paisaje, utilizando prácticamente sus palabras. Convirtiendo el silencio de los objetos en diálogo existencial y estético.

A partir de ese momento, visita y fotografía chatarrerías, centros de reciclaje, basureros urbanos, hasta que poco a poco su atención se centra en el residuo tecnológico. Nuevos tiempos con nuevos códigos, para ideas casi eternas. Así, cables, teclados, circuitos o pantallas de ordenador son los nuevos excrementos. Materiales que en algunos casos todavía conservan la huella de sus antiguos propietarios, restos de identidad en adhesivos, en contenidos en el disco duro… La memoria en la basura como símil de la muerte, como metáfora de la fugacidad de la existencia. La impronta de un artista que, en cualquier caso, habla con el lenguaje de los objetos para trasladarnos su preocupación por la pérdida de memoria. Para sujetar la vida que se va, quizás, demasiado deprisa o demasiado fácil.

Flicker Fusion

Ideada en 2011. Puede contemplarse por vez primera en la Sala Amós Salvador de Logroño. Aquí Canogar recupera metros y metros de tiras de antiguo celuloide cinematográfico de 35 mm, sobre las que se proyecta una imagen de animación de vídeo que produce un efecto de parpadeo, de movimiento en la pared, en un encuentro entre lo analógico y lo digital.

Esta pieza completa la trilogía del cine de Canogar, obras en la que, como ha quedado explicitado, recupera material audiovisual de desecho, dándole un nuevo lenguaje. Serie que inicia con las instalaciones Dial M for Murder (Crimen perfecto) o Blade Runner, de los míticos Alfred Hitchcock y Ridley Scott, respectivamente, en la que el material rescatado es la cinta magnética VHS. Y que continúa con Spin, en la que utiliza cientos de DVD’s reciclados, y culmina con Flicker Fusion.

Scanner

2009. Es una obra formada por nudos de cables eléctricos reciclados, enredados a modo de telas de araña suspendidas en el espacio sobre las que se proyectan unas líneas blancas que producen efectos de chispazos.

La instalación sugiere al artista múltiples lecturas. Una sería que los cables se agrupan formando continentes en un mapa imaginario en el que las chispas de luz conectarían puntos del planeta3. Otra plantea un paralelismo entre los cables y el chispazo de luz con el bombeo del aparato circulatorio humano, objeto de atención frecuente en el trabajo de Canogar. También los cables serían metáfora de las estructuras paralelas que crean las nuevas tecnologías a imagen y semejanza del comportamiento de los procesos neuronales del cerebro humano. En fin, pueden surgir tantas lecturas como espectadores que quieran interactuar con la obra.

Daniel Canogar, Madrid, 1964.

Recibió un Master con especialización en fotografía del New York University, y el International Center for Photography en 1990. Como artista visual trabaja con fotografía, vídeo, escultura e instalación.

Entre sus más recientes proyectos destaca la exposición Vórtices, realizada para la Fundación Canal de Isabel II de Madrid, y la instalación Synaptic Pasaje para la exposición Brain. The Inside Story en el American Museum of Natural History de New York. Ha realizado diversos trabajos en espacios públicos, entre los que sobresale Travesías, una pantalla de LEDS de grandes dimensiones creada para el atrio del Consejo de la Unión Europea en Bruselas con motivo de la presidencia española de la Unión Europea en el 2010.

Otras obras destacadas son Constelaciones, el mosaico fotográfico más grande de Europa creado para dos puentes peatonales en el Parque Río Manzanares, Madrid; Nodi, dos murales fotográficos en la estación de tren de Arensa en Nápoles; y Clandestinos, vídeo proyección sobre monumentos emblemáticos, presentado sobre los Arcos de Lapa de Río de Janeiro, la Puerta de Alcalá de Madrid y la iglesia de San Pietro in Montorio en Roma.

Ha publicado Ciudades Efímeras: Exposiciones Universales, Espectáculo y Tecnología, Julio Ollero Editor, Madrid, 1992; e Ingrávidos, Fundación Telefónica, Madrid, 2003. También es autor de varios ensayos sobre la arquitectura de la imagen, la fotografía contemporánea y el arte de los nuevos medios.

Daniel Canogar reflexiona sobre el proceso de pérdida de memoria individual y colectiva, y busca liberar la energía almacenada en los residuos y despertar la memoria de la vida que tuvieron en su pasado(1) en una resistencia romántica a la amnesia.

Las tres instalaciones que conforman esta exposición son testigos expresivos de las reflexiones y emociones de Canogar con estos objetos y el mundo que encierran.

El trabajo de Daniel Canogar gira en torno al mundo de la fantasía, el deseo y la seducción del espectador. Combinación de mensajes y contextos que conducen a diferentes sugerencias. A fin de cuentas, la mirada del espectador de nuestro tiempo está marcada por el cine, por la imagen en movimiento que, a su vez, mueve todo tipo de emociones. Pero el cine que nos sugiere Daniel Canogar no es el típico de la proyección en un salón oscuro, sino el cine de las ferias, de los parques de atracciones, el cine del espectáculo y de los experimentos de varias proyecciones. Este es el cine que, cristalizándolo, quiere homenajear Canogar. Convirtiendo el cine en escultura o, si lo prefieran, “esculturizando el cine”.

Dolores Durán Úcar Comisaria de la Exposición

Artista:
Daniel Canogar

Comisario:
Dolores Durán Úcar

Colaboradores:
Cultural Rioja

Fotografía:
JPEG Estudio

Miguel Ángel Ropero. Unas cuantas estancias

Miguel Ángel Ropero. Unas cuantas estancias

Miguel Ángel Ropero

Unas cuantas estancias

 

15/12/2011     23/01/2011

Siguiendo con el objetivo permanente de revisar la trayectoria de los nombres principales del panorama artístico riojano, la Sala Amós Salvador abre sus puertas para mostrar la obra de Miguel Ángel Ropero, cuya itinerario vital está y ha estado profundamente vinculado a las más diversas manifestaciones de la cultura en nuestra región, a veces como gestor (fue, entre otras responsabilidades, coprotagonista de la puesta en marcha y de las primeras singladuras de Cultural Rioja) y otras como creador polifacético..

Las paredes de las que ahora cuelgan sus obras han sido a menudo testigos de sus palabras, antes como anfitrión de otros huéspedes cuando ejercía activamente responsabilidades políticas, y ahora como asiduo espectador de las obras que a lo largo de los sucesivos años han pasado por esta Sala.

Esta exposición retrospectiva nos muestra que su labor creativa no ha tenido la continuidad que a él seguramente le hubiera gustado, y se ha supeditado a menudo a otras ocupaciones más exigentes, o, al menos, más apremiantes.

Como no podía ser de otra manera, el propio artista ha organizado la exhibición con un criterio narrativo, y nos va guiando por una serie de estancias en las que las obras revelan los intereses, deseos y obsesiones de cada momento. Obras pobladas de historias, contenidos, objetos, materias y colores, con formas marcadas por una técnica muy elaborada en la que Ropero une a menudo las cualidades del artista con las habilidades del artesano.

Las estancias se van sucediendo como esas puertas de un largo pasillo que se van abriendo, según el propio Ropero explica, mostrando su interior: en unos casos el dominio de la figura femenina conviviendo armoniosamente con los espacios interiores de la “Estancia de las Ninfas”, o la fusión de las miradas de artistas de diferentes épocas que han recreado los mismos asuntos en la “Estancia de los encuentros”, o las raíces riojanas y del Camino de Santiago, con los personajes pintorescos que habitan la “Estancia del Contrarretablo”.

Otros pobladores de sus obras llegan a la exaltación para mostrarse en tumultuoso e irrefrenable placer en la “Estancia de la Bacanal” dentro de la morada de Baco, situada pertinentemente en el corazón de la bodega de donde sale el vino de nuestra tierra; por otro lado, se muestran mezclados seductores y seducidos bajo la luz de los focos del cinematógrafo o de la oscuridad de la sala de proyección.

Toda esta exaltación de los sentidos, esa sensualidad desbordante, desaparece en la última estancia, donde los personajes salen del objetivo y queda el halo de su presencia en los espacios vacíos. Del primer encuentro de la figura con el espacio hemos desembocado en el desencuentro. La “Estancia de la Cripta habitada” está vacía de figuras aunque sabemos que por allí han estado, y que de alguna manera permanecen, aunque lo que se representa es su vacío. Quizás, como dice Ropero, han salido de la obra artística y han pasado a la literaria.

Esperamos que esta exposición sirva para difundir entre los riojanos la obra de un pintor conocido más por su presencia pública que por su importante obra, y a la vez como reconocimiento de su importante papel en la puesta en marcha de Cultural Rioja.

Alguien dijo en cierta ocasión que la trayectoria de un pintor consiste en ir recorriendo un pasillo más o menos largo (dependerá de la duración de la propia vida del artista) a cuyos lados -como si de un corredor de hotel se tratara- se muestra en perspectiva una sucesión de puertas cerradas. La tarea del artista consiste en ir abriéndolas una por una y en asomarse a las estancias que hay tras ellas. Pintores hay que se desinteresan por los contenidos de las que abren en primer lugar y regresan al pasillo para continuar su recorrido e investigar tras otras puertas hasta dar con la estancia que les está destinada. Por el contrario los hay que se sienten fascinados por lo que la primera habitación les ofrece -huéspedes ilustres, bellas mujeres, flores, frutas, decoraciones suntuosas… e incluso el paisaje urbano que se contempla desde el balcón-; hasta tal punto que deciden quedarse allí durante el resto de su vida fundiéndose más y más con todo aquello. Finalmente los hay que permanecen en la estancia recién abierta solo el tiempo preciso para asimilar y me­morizar lo que aquella les muestra, pero que, una vez interiorizado, sienten la pulsión irrefrenable de abandonar la habitación y seguir asomándose a otra y a otra y a otra… e ir empapándose de sus diferentes -y a veces contradictorios- contenidos. Y así hasta que el corredor (o sea la vida) llega a su fin.

No dispongo de la suficiente perspectiva para saber a cual de esos grupos de pintores pertenezco, pero sí sé al que me gustaría pertenecer.

De ahí el título de esta muestra: “Unas cuantas estancias”.

Artista:
Miguel Ángel Ropero

Colaboradores:
Cultural Rioja

Fotografía:
Fernando Díaz